Código Científico Revista de Investigación/ V.6/ N.E2/ www.revistacodigocientifico.itslosandes.net
ISSN: 2806-5697
Vol. 6 – Núm. E2 / 2025
pág. 1835
Análisis de los mecanismos, eficacia y escalabilidad de la
infraestructura verde urbana para mitigar islas de calor
Analysis of the mechanisms, effectiveness, and scalability of urban green
infrastructure for mitigating heat islands
Análise dos mecanismos, eficácia e escalabilidade da infraestrutura verde
urbana para mitigar ilhas de calor
Suárez-Loor, Cristina Paola
Universidad Técnica Estatal de Quevedo
csuarezl@uteq.edu.ec
https://orcid.org/0000-0001-6588-7018
Morán-Navarro, Diana Susana
Universidad de Especialidades Espíritu Santo
dsmoran21@gmail.com
https://orcid.org/0009-0009-8394-9046
Alvarez-Laborde, Omar Arturo
Universidad Técnica Estatal de Quevedo
aalvarezl@uteq.edu.ec
https://orcid.org/0009-0007-7657-5977
Suárez-Loor, Bruno Eduardo
Universidad San Gregorio de Portoviejo
e.besuarez@sangregorio.edu.ec
https://orcid.org/0000-0003-0686-1728
DOI / URL: https://doi.org/10.55813/gaea/ccri/v6/nE2/1138
Como citar:
Suárez-Loor, C. P., Morán-Navarro, D. S., Alvarez-Laborde, O. A., & Suárez-Loor, B. E.
(2025). Análisis de los mecanismos, eficacia y escalabilidad de la infraestructura verde urbana
para mitigar islas de calor. Código Científico Revista De Investigación, 6(E2), 1835–1853..
Recibido: 20/08/2025 Aceptado: 16/09/2025 Publicado: 30/09/2025
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Volumen 6, Número Especial 2, 2025
Resumen
Este estudio revisa críticamente cómo la infraestructura verde urbana (IVU) mitiga las islas de
calor urbanas mediante sombreamiento, evapotranspiración, modificación del balance
radiativo y de la rugosidad aerodinámica, con el objetivo de evaluar mecanismos, eficacia
comparada y condiciones de escalabilidad. Se aplicó una revisión exploratoria de alcance con
protocolo previo: búsquedas bibliográficas iterativas, criterios de elegibilidad por
ámbito/intervención/resultados/diseño, cribado en dos etapas por revisores independientes,
extracción estandarizada, valoración de calidad y síntesis mixta (mapeo, análisis temático y
conteo de votos, evitando meta-análisis ante alta heterogeneidad). Los hallazgos indican que el
arbolado viario reduce picos diurnos por sombra; parques y corredores generan “halos” de
enfriamiento que crecen no linealmente con tamaño y conectividad; techos y muros verdes
moderan sobre todo temperatura de superficie y ganan impacto cuando se despliegan
masivamente o en portafolios híbridos con superficies frías. El rendimiento depende del clima,
la morfología y la disponibilidad hídrica; existen umbrales de masa crítica de dosel; y la
escalabilidad exige gobernanza, mantenimiento y monitoreo comparables. Se concluye que la
IVU es eficaz y multifuncional, pero contexto-dependiente; conviene combinar tipologías,
seleccionar especies tolerantes y usar riego eficiente, priorizando la justicia térmica.
Palabras clave: infraestructura verde urbana; isla de calor urbana; evapotranspiración;
sombreamiento; escalabilidad.
Abstract
This study critically reviews how urban green infrastructure (UGI) mitigates urban heat islands
through shading, evapotranspiration, modification of the radiation balance, and aerodynamic
roughness, with the aim of evaluating mechanisms, comparative effectiveness, and conditions
for scalability. An exploratory scoping review with a predefined protocol was applied: iterative
literature searches, eligibility criteria by scope/intervention/outcomes/design, two-stage
screening by independent reviewers, standardized extraction, quality assessment, and mixed
synthesis (mapping, thematic analysis, and vote counting, avoiding meta-analysis due to high
heterogeneity). The findings indicate that roadside trees reduce daytime peaks through shade;
parks and corridors generate cooling “halos” that grow non-linearly with size and connectivity;
green roofs and walls mainly moderate surface temperature and gain impact when deployed on
a large scale or in hybrid portfolios with cool surfaces. Performance depends on climate,
morphology, and water availability; there are critical canopy mass thresholds; and scalability
requires comparable governance, maintenance, and monitoring. It is concluded that UHI is
effective and multifunctional, but context-dependent; it is advisable to combine typologies,
select tolerant species, and use efficient irrigation, prioritizing thermal justice.
Keywords: urban green infrastructure; urban heat island; evapotranspiration; shading;
scalability.
Resumo
Este estudo analisa criticamente como a infraestrutura verde urbana (IVU) atenua as ilhas de
calor urbanas por meio de sombreamento, evapotranspiração, modificação do equilíbrio
radiativo e da rugosidade aerodinâmica, com o objetivo de avaliar mecanismos, eficácia
comparativa e condições de escalabilidade. Foi aplicada uma revisão exploratória de alcance
com protocolo prévio: pesquisas bibliográficas iterativas, critérios de elegibilidade por
âmbito/intervenção/resultados/design, triagem em duas etapas por revisores independentes,
extração padronizada, avaliação de qualidade e síntese mista (mapeamento, análise temática e
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contagem de votos, evitando meta-análises devido à alta heterogeneidade). Os resultados
indicam que as árvores nas vias reduzem os picos diurnos por meio da sombra; parques e
corredores geram “halos” de resfriamento que crescem de forma não linear com o tamanho e a
conectividade; telhados e paredes verdes moderam principalmente a temperatura da superfície
e ganham impacto quando implantados em grande escala ou em portfólios híbridos com
superfícies frias. O desempenho depende do clima, da morfologia e da disponibilidade hídrica;
existem limiares de massa crítica de copa; e a escalabilidade exige governança, manutenção e
monitorização comparáveis. Conclui-se que a IVU é eficaz e multifuncional, mas dependente
do contexto; convém combinar tipologias, selecionar espécies tolerantes e usar irrigação
eficiente, priorizando a justiça térmica.
Palavras-chave: infraestrutura verde urbana; ilha de calor urbana; evapotranspiração;
sombreamento; escalabilidade.
Introducción
Las islas de calor urbanas (ICU) se han intensificado por la expansión de superficies
impermeables de alta inercia térmica y por la pérdida de cobertura vegetal, con efectos
acumulativos sobre la salud pública, el consumo energético y la inequidad térmica intraurbana.
El incremento de extremos cálidos y olas de calor previsto para las próximas décadas acentúa
la urgencia de intervenciones basadas en la naturaleza capaces de atenuar la temperatura del
aire a escala de calle y de barrio (p. ej., árboles alineados, parques, techos y muros verdes). En
este contexto, la infraestructura verde urbana (IVU) emerge como estrategia prioritaria por
combinar mecanismos biofísicos de sombreamiento, evapotranspiración, modificación del
balance radiativo y cambio de la rugosidad aerodinámica, con beneficios colaterales en salud,
biodiversidad y drenaje urbano (Gunawardena et al., 2017; Norton et al., 2015; Santamouris,
2014).
El planteamiento del problema se centra en comprender, de manera comparativa y
multiescalar, qué mecanismos de la IVU contribuyen más a la atenuación térmica, con qué
eficacia relativa bajo diferentes climas urbanos y cómo escalar estas soluciones a redes
funcionales a nivel de ciudad. Evidencia reciente indica que el dosel arbóreo reduce de forma
no lineal la temperatura diurna y que su efecto se potencia a escalas espaciales mayores,
mientras la reducción de superficie impermeable beneficia sobre todo la atenuación nocturna
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(Ziter et al., 2019). Asimismo, síntesis globales muestran que parques y corredores verdes bien
configurados pueden disminuir la temperatura del aire y la de superficie en magnitudes
relevantes para el confort térmico, si bien la intensidad y la distancia de enfriamiento dependen
del tamaño, la forma y el contexto morfológico circundante (Wang et al., 2022).
Entre los factores o afectaciones del problema destacan: (i) la variabilidad climática de
fondo, que modula el rendimiento de la IVU —por ejemplo, en climas áridos el enfriamiento
por vegetación puede ser mayor pero también más sensible a la disponibilidad hídrica—; (ii)
la respuesta ecofisiológica de los árboles durante calor extremo, cuando el cierre estomático
limita la evapotranspiración y traslada el protagonismo del sombreamiento como mecanismo
dominante; y (iii) la heterogeneidad urbana (altura de edificios, cañones urbanos, materiales),
que condiciona ventilación y advección del aire más fresco desde “islas verdes” hacia áreas
adyacentes (Norton et al., 2015; Gunawardena et al., 2017). Estas interacciones explican por
qué los resultados no son universalmente transferibles y por qué se requieren criterios de diseño
específicos al clima local y a la morfología urbana.
La justificación y viabilidad de una revisión bibliográfica reside en (a) sintetizar la
evidencia dispersa sobre mecanismos (sombra, evapotranspiración, albedo, rugosidad), (b)
comparar la eficacia relativa de tipologías de IVU (árboles de calle, parques, techos y muros
verdes) y (c) evaluar la escalabilidad desde intervenciones puntuales hacia sistemas conectados
de “corredores frescos”, con criterios de costo-efectividad y equidad espacial. Estudios
epidemiológicos y de salud pública por ejemplo, en ciudades europeas, muestran que aumentar
la cobertura arbórea puede reducir temperaturas y evitar mortalidad atribuible a ICU,
reforzando la pertinencia de inversiones en IVU como medida de adaptación climática
(Lungman et al., 2023). Al mismo tiempo, marcos de priorización integran termografía, datos
censales y métricas de vulnerabilidad para ubicar la IVU donde más población expuesta se
beneficia, optimizando el rendimiento térmico por unidad de inversión (Norton et al., 2015).
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Finalmente, análisis a escala continental señalan que la IVU en más de 600 áreas funcionales
urbanas de Europa contribuye de modo significativo a la regulación microclimática estival, lo
que respalda su viabilidad programática a gran escala (Marando et al., 2021).
No obstante, la escalabilidad enfrenta condicionantes operativos: costos de
implementación y mantenimiento, disponibilidad hídrica en periodos secos, y la necesidad de
estándares para monitorear desempeño térmico (métricas comparables de temperatura del aire
versus de superficie). La literatura subraya que, aun cuando el enfriamiento evaporativo puede
reducirse en olas de calor por estrés hídrico, el sombreamiento de copas densas mantiene
beneficios consistentes; por ello, la selección de especies y arreglos estructurales debe
equilibrar altura, densidad foliar y tolerancia a sequía (Ziter et al., 2019). A nivel de diseño
urbano, techos verdes y superficies de alto albedo actúan de forma complementaria a la IVU,
mejorando la eficacia térmica cuando el espacio para arbolado es limitado (Santamouris, 2014).
Objetivo del artículo: realizar un análisis crítico de los mecanismos, eficacia y
escalabilidad de la IVU para mitigar ICU, integrando evidencia de revisiones sistemáticas y
estudios empíricos recientes. Específicamente, se propone (1) caracterizar los mecanismos
primarios y sus interacciones bajo distintos climas; (2) comparar la eficacia de tipologías de
IVU y su desempeño frente a alternativas complementarias (p. ej., techos fríos); y (3) derivar
principios de diseño y gobernanza para escalar corredores y redes verdes con criterios de costo-
efectividad y justicia térmica. De este modo, la revisión busca traducir conocimiento científico
en pautas operativas para la planificación urbana climáticamente sensible, contribuyendo a
ciudades más habitables y resilientes.
Metodología
La metodología adoptada corresponde a una revisión exploratoria de alcance, orientada
a mapear, caracterizar y sintetizar críticamente la evidencia disponible sobre los mecanismos,
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la eficacia y la escalabilidad de la infraestructura verde urbana para mitigar islas de calor. Se
registró un protocolo interno previo que definió objetivos, preguntas guía, fuentes de
información, criterios de elegibilidad, procedimientos de cribado y plan de síntesis. La pregunta
directriz se formuló así: “¿Qué mecanismos biofísicos emplea la infraestructura verde urbana
para reducir temperaturas urbanas, con qué eficacia bajo distintos contextos climáticos y
morfológicos, y qué condiciones permiten escalar dichas intervenciones a nivel de red o
ciudad?”. Como subpreguntas se consideraron: (i) ¿qué métricas térmicas se emplean y a qué
escalas espaciales y temporales?, (ii) ¿qué tipologías de infraestructura verde urbana muestran
mayor rendimiento relativo según clima, densidad y morfología?, y (iii) ¿qué factores técnicos,
operativos y de gobernanza condicionan su escalabilidad?
El marco de elegibilidad se definió con base en cinco ejes: población/ámbito (ciudades
y áreas urbanas o periurbanas en cualquier región), intervención (árboles de calle, parques,
corredores verdes, techos y muros verdes, soluciones de albedo asociadas cuando se evalúan
en combinación con vegetación), comparadores (escenarios sin intervención, tipologías
alternativas o periodos preintervención), resultados (temperatura del aire, temperatura de
superficie, índices compuestos de confort térmico y medidas de excedente térmico urbano) y
diseño de estudio (observacionales, cuasiexperimentales, experimentales y de modelización,
además de revisiones previas con síntesis cuantitativa o cualitativa). Se incluyeron
publicaciones en español e inglés sin restricción geográfica y con ventana temporal amplia para
capturar la evolución del campo. Se excluyeron notas de prensa, materiales de opinión no
evaluados por pares y documentos sin resultados empíricos o sin métodos reproducibles.
La estrategia de búsqueda combinó descriptores controlados y términos libres en bases
de datos bibliográficas internacionales. Se elaboraron cadenas de búsqueda con operadores
booleanos, truncamientos y proximidad, incorporando sinónimos y variantes ortográficas. Se
aplicaron filtros por tipo de documento (artículos de revista), área temática y disponibilidad del
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texto completo. Las búsquedas se iteraron en ciclos, con refinamientos sucesivos tras la
revisión piloto de resultados para optimizar sensibilidad y especificidad. Se complementó la
identificación de estudios con rastreo de referencias hacia atrás y hacia adelante y con
búsquedas manuales en revistas clave del área. Todas las operaciones se documentaron en un
cuaderno de bitácora metodológico que registra fechas, bases, cadenas, conteos y decisiones.
El proceso de cribado se realizó en dos etapas. Primero, dos revisores evaluaron de
manera independiente títulos y resúmenes respecto de los criterios de elegibilidad. Segundo,
los artículos potencialmente relevantes pasaron a lectura de texto completo para confirmar su
inclusión. Las discrepancias se resolvieron por consenso y, de ser necesario, mediante la
intervención de un tercer revisor. Para asegurar consistencia, se efectuó una calibración inicial
con un conjunto de estudios piloto y se establecieron reglas operativas para casos límite (por
ejemplo, cuando la intervención combinaba vegetación con medidas no vegetales).
La extracción de datos siguió una plantilla previamente definida y testeada, que abarcó:
características bibliométricas; localización geográfica y zona climática; escala de análisis (sitio,
calle, barrio, ciudad); tipología de infraestructura verde; diseño y periodo de estudio; métodos
de medición o modelización; métricas térmicas reportadas (incluyendo definición operacional,
instrumentos y resolución temporal); mecanismos atribuidos (sombra, evapotranspiración,
albedo, rugosidad/ventilación); magnitud del efecto térmico (con signo, unidad y momento del
día); factores contextuales (cobertura arbórea, impermeabilización, morfología urbana); y
elementos de escalabilidad (costos reportados, requerimientos de mantenimiento,
disponibilidad hídrica, arreglos institucionales, instrumentos de planificación y criterios de
priorización). Cuando fue posible, se registraron medidas de incertidumbre asociadas a los
resultados.
La evaluación de calidad y riesgo de sesgo se llevó a cabo con listas de verificación
adaptadas al tipo de estudio (observacional, experimental o de modelización), considerando
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aspectos de validez interna (claridad de la intervención, control de confusores, robustez de las
métricas térmicas) y externa (transferibilidad a otros climas y morfologías). Esta valoración no
actuó como filtro de exclusión, sino como insumo para ponderar el peso de la evidencia en la
síntesis.
La síntesis de resultados combinó tres niveles. Primero, un mapeo descriptivo del
corpus para caracterizar tendencias, vacíos y distribución de los estudios por clima, tipología y
métrica. Segundo, una síntesis temática que articuló los mecanismos con los contextos de
mayor rendimiento y con los condicionantes de escalabilidad, apoyada en codificación
inductivo–deductiva. Tercero, cuando la homogeneidad de definiciones, métricas y escalas lo
permitió, se elaboraron resúmenes cuantitativos de efectos mediante estadística descriptiva y
conteo de votos, evitando agregación meta-analítica cuando la heterogeneidad metodológica lo
desaconsejó. Se efectuaron análisis de sensibilidad al excluir estudios con alta incertidumbre o
con riesgo de sesgo elevado y se exploró la coherencia de resultados diurnos y nocturnos.
Finalmente, se implementó una gestión transparente de datos y decisiones: las tablas de
elegibilidad, matrices de extracción y reglas de síntesis fueron archivadas en repositorio interno
junto con un diagrama de flujo del proceso de selección. La reproducibilidad se garantizó
mediante documentación exhaustiva de cada etapa, mantenimiento de registros de versiones y
verificación cruzada de una muestra aleatoria de extracciones.
Resultados
Rendimiento térmico de la infraestructura verde urbana (IVU)
La infraestructura verde urbana (IVU) activa un conjunto articulado de procesos
biofísicos —provisión de sombra, evapotranspiración, ajuste del balance radiativo y
modificación de la rugosidad aerodinámica— que redistribuyen los flujos de energía y materia
dentro del tejido urbano. Estos procesos, actuando de forma sinérgica, atenúan la carga térmica
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percibida por peatones y edificaciones, al tiempo que alteran la partición entre calor sensible y
latente y regulan el almacenamiento térmico de superficies minerales. No existe, sin embargo,
una respuesta térmica única o universal: el rendimiento de la IVU está condicionado por el
régimen climático de referencia, la morfología edilicia, la composición de materiales y la
estructura espacial del verde (tipo, tamaño, continuidad y conectividad). En la práctica, la
combinación adecuada de mecanismos puede traducirse en reducciones medibles tanto de la
temperatura del aire como de la temperatura de la superficie, con implicaciones directas para
el confort térmico, la demanda energética y la mitigación de la isla de calor urbana (Oke, Mills,
Christen, & Voogt, 2017; Bowler, Buyung-Ali, Knight, & Pullin, 2010; Santamouris, 2014).
Mecanismos dominantes según condiciones meteorológicas
Bajo condiciones templadas y con suficiente humedad del suelo, la evapotranspiración
emerge como proceso preponderante: el excedente energético se canaliza hacia calor latente,
disminuyendo el calor sensible y, por ende, las temperaturas del aire en el estrato peatonal. Este
“desacople” entre radiación incidente y calentamiento del aire resulta especialmente eficaz
cuando el follaje mantiene una conductancia estomática elevada y la disponibilidad hídrica
permite sostener flujos evaporativos durante gran parte del día. En contraste, durante olas de
calor o periodos de sequía edáfica, los árboles restringen la transpiración para evitar el estrés
hídrico; en ese escenario, la sombra de la copa asume el protagonismo al reducir la irradiancia
de onda corta sobre pavimentos y fachadas, moderar la temperatura radiante media y limitar el
calentamiento de la capa límite inmediata a las personas. Paralelamente, la rugosidad
aerodinámica impuesta por el dosel vegetal modifica la estructura del flujo dentro del cañón
urbano, favoreciendo la mezcla vertical y la ventilación transversal cuando existen gradientes
de presión y corredores de viento. Este reordenamiento de los mecanismos —de latente a
sombra y, finalmente, a ventilación–convección— no es estático: varía a lo largo del día (p. ej.,
máximos de sombra al mediodía, mayor influencia de la ventilación al atardecer) y entre
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estaciones, y se manifiesta de manera distinta según la métrica térmica seleccionada
(temperatura del aire frente a temperatura de superficie), lo que explica diferencias en la
magnitud de los beneficios reportados por la literatura (Rahman et al., 2021; Santamouris,
2014).
Eficacia comparada por tipología y escala
La arboreización viaria suele ofrecer ganancias inmediatas por el efecto de sombreo
directo dentro de cañones urbanos, reduciendo picos de temperatura diurna y atenuando la
carga radiativa sobre peatones y envolventes de edificios. Su desempeño mejora cuando existe
continuidad del dosel, copas amplias y relaciones altura–anchura de calle que permitan
interceptar la radiación solar en los horarios de mayor carga térmica. En contraste, los parques
y corredores verdes operan con una lógica de “fuente–sumidero” térmico: grandes superficies
vegetadas generan gradientes de temperatura que impulsan la advección de aire más fresco
hacia áreas contiguas, produciendo los llamados “halos de enfriamiento”. La intensidad y
alcance espacial de esos halos dependen del tamaño absoluto del parche, su compacidad, la
conectividad con otros elementos verdes y la configuración morfológica que facilite la
ventilación. Por su parte, los techos y muros verdes se especializan en moderar la temperatura
de superficie (limitando el calentamiento de la piel del edificio) y en suavizar los picos térmicos
en la capa de aire inmediatamente adyacente; sus efectos sobre la temperatura del aire a escala
de calle tienden a ser modestos salvo cuando se implementan de forma masiva o se combinan
con superficies frías de alto albedo, configurando portafolios híbridos que suman beneficios
radiativos y evaporativos. A escala de barrio y ciudad, la evidencia sugiere la existencia de
umbrales de masa crítica de dosel por encima de los cuales los beneficios térmicos crecen de
manera más que proporcional, especialmente en veranos persistentes o con materiales urbanos
de alta inercia (Bowler et al., 2010; Kong, Yin, James, Hutyra, & He, 2014; Marando et al.,
2021; Santamouris, 2014).
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Sensibilidad al contexto urbano
El rendimiento térmico de la IVU es altamente dependiente del contexto. Primero, en
paisajes con elevada impermeabilización y abundancia de superficies oscuras, incrementos
marginales del dosel arbóreo producen descensos diurnos del aire más acusados que en barrios
ya vegetados; en cambio, la mitigación nocturna está más asociada a la capacidad de
ventilación del sitio y a la menor acumulación de calor en materiales con baja inercia térmica.
Segundo, la escala de análisis condiciona las relaciones detectables: correlaciones robustas
entre cobertura arbórea y temperatura que son visibles a radios de 60–90 m (escala de manzana)
pueden diluirse o invertirse a radios muy cortos (10–30 m) debido a sombras proyectadas,
orientaciones de calle y heterogeneidad de materiales. Tercero, la morfología urbana
proporción altura/anchura del cañón, orientación respecto del sol y del viento dominante,
continuidad de fachadas— determina cuánto y cuándo la sombra penetra en la sección de calle
y en qué medida el aire más fresco proveniente de “islas verdes” puede desplazarse hacia zonas
adyacentes (Ziter, Pedersen, Kucharik, & Turner, 2019; Kong et al., 2014). Cañones profundos
y estrechos tienden a limitar el rendimiento del sombreo en determinadas horas, pero pueden
incrementar el valor relativo de la evapotranspiración cuando existe agua disponible, al
sostener microclimas más húmedos en el estrato peatonal. Estas sensibilidades recomiendan
interpretar la evidencia con estratificaciones por clima, morfología y métrica térmica, evitando
extrapolaciones lineales entre ciudades con configuraciones distintas en la siguiente figura 1 se
evidencia la inversión y el financiamiento en políticas de infraestructura verde determinan qué
tan efectivos son estos componentes para mitigar el calor y mejorar el confort térmico.
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Figura 1
Factores determinantes del rendimiento térmico en la Infraestructura Verde Urbana
Nota: La IVU enfría la ciudad cuando ciencia, normativa e inversión se alinean con árboles y buen diseño urbano
(Autores, 2025).
Condicionantes de escalabilidad y mantenimiento
La expansión de redes verdes con desempeño térmico comprobable exige coordinar
decisiones hidrológicas, biológicas y operativas. Sustituir extensos céspedes irrigados por
vegetación xerófita sin aporte hídrico puede disminuir el consumo de agua, pero también elevar
la temperatura diurna al reducir el componente latente del balance de energía; por ello, la
eficiencia hídrica debe balancearse con la necesidad de mantener flujos evaporativos
suficientes mediante riegos estratégicos (p. ej., deficitarios controlados, uso de agua no potable)
y mediante la selección de especies con alta eficiencia en uso de agua y tolerancia a calor. A la
escala de sistemas urbanos completos, incrementos sostenidos de cobertura arbórea han
mostrado ser una vía robusta para moderar temperaturas estivales, siempre que se alcance una
masa crítica y se asegure la transpiración durante los meses más cálidos. En el plano operativo,
la gestión del ciclo de vida —desde la plantación y el establecimiento hasta la poda estructural
y el control sanitario— es decisiva para que las inversiones se traduzcan en copas maduras y
estables: reducir la mortalidad juvenil evita reposiciones costosas y preserva la continuidad del
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servicio térmico a lo largo del tiempo. Finalmente, la gobernanza de la red verde debe
estandarizar métricas y protocolos de monitoreo (temperatura del aire y de superficie,
temperatura radiante media, indicadores de confort), asegurar series de tiempo comparables y
orientar la priorización espacial con base en vulnerabilidad térmica y co-beneficios (salud,
drenaje urbano sostenible, biodiversidad), de modo que la mitigación del calor se integre con
objetivos más amplios de resiliencia urbana (Vahmani & Ban-Weiss, 2016; Marando et al.,
2021; Oke et al., 2017; Bowler et al., 2010).
Discusión
La evidencia sintetizada en esta revisión converge en que la infraestructura verde
urbana (IVU) mitiga la carga térmica mediante una combinación jerárquica de procesos
evapotranspiración, sombreo y modificación de la rugosidad/ventilación— cuya
preponderancia varía con el estado hídrico y las condiciones meteorológicas de fondo. En
escenarios con humedad edáfica disponible, el desvío del balance energético hacia el calor
latente reduce de manera tangible la temperatura del aire y mejora el confort térmico; bajo olas
de calor y sequía, en cambio, la limitación estomática merma la transpiración y el
sombreamiento del dosel se convierte en el mecanismo dominante para amortiguar la carga
radiativa a nivel peatonal (Rahman et al., 2021; Santamouris, 2014). Esta plasticidad funcional
explica parte de la heterogeneidad observada entre ciudades y estaciones, y justifica la creciente
demanda de métricas y protocolos comparables para distinguir efectos sobre temperatura del
aire frente a temperatura de superficie, dado que ambos indicadores responden de manera
diferencial a los mismos arreglos verdes (Bowler, Buyung-Ali, Knight, & Pullin, 2010).
Al comparar tipologías y escalas, los resultados sugieren que el arbolado viario produce
atenuaciones inmediatas en cañones urbanos por efecto de la sombra directa, mientras que
parques y corredores verdes generan halos de enfriamiento que trascienden sus límites formales
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cuando alcanzan superficies críticas y conectividad funcional; la magnitud y persistencia
espacial del beneficio crece de manera no lineal con el tamaño del parche y su compacidad
(Kong, Yin, James, Hutyra, & He, 2014; Marando et al., 2021). De forma complementaria,
techos y muros verdes inciden con mayor claridad en la temperatura de superficie que en la del
aire, pero su contribución al entorno térmico se vuelve significativa cuando se despliegan
masivamente o se combinan con superficies de alto albedo, lo que apunta a portafolios híbridos
que suman mecanismos (Santamouris, 2014). De esta lectura se desprende una implicación
operativa: no existe una “bala de plata”; la eficacia térmica óptima emerge del acoplamiento
de soluciones verdes y grises según restricciones espaciales, hidrológicas y morfológicas.
La sensibilidad del rendimiento térmico al contexto urbano tensiona las
generalizaciones apresuradas. En barrios con alta impermeabilización, incrementos modestos
del dosel pueden generar descensos diurnos del aire sustantivos, mientras que la mitigación
nocturna depende más de la reducción de la inercia térmica y del acceso a ventilación (Ziter,
Pedersen, Kucharik, & Turner, 2019). Además, la escala analítica condiciona las inferencias:
asociaciones entre cobertura de copa y temperatura se intensifican al pasar de radios de 10–30
m a 60–90 m, lo que obliga a alinear la resolución de las métricas de paisaje con las variables
térmicas para evitar sesgos de escala (Ziter et al., 2019). La morfología urbana —relación
altura/anchura, orientación y continuidad de fachadas— modula la penetración del
sombreamiento y la advección de aire más fresco desde parches vegetados; en cañones
profundos, la sombra puede ser parcial y efímera, pero la rugosidad adicional del dosel y los
gradientes de humedad pueden potenciar la renovación de aire si el régimen de vientos lo
permite (Kong et al., 2014). Estas interacciones respaldan la necesidad de guías de diseño
climáticamente sensibles y específicas al sitio, que incorporen análisis multiescala y de
vecindad.
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Un corolario crítico es la tensión entre conservación del recurso hídrico y confort
térmico. Sustituir céspedes irrigados por vegetación xerófita sin riego reduce la demanda de
agua, pero también la fracción de energía convertida en calor latente, pudiendo inducir
calentamiento diurno del aire del orden de ~2 °C en climas semiáridos, con implicaciones para
el bienestar térmico y la demanda energética de refrigeración (Vahmani & Ban-Weiss, 2016).
Lejos de desacreditar la IVU, este resultado sugiere que la escalabilidad debe apoyarse en
estrategias de riego de alta eficiencia (p. ej., deficitario, aguas regeneradas) y en paletas
vegetales con elevada eficiencia en uso de agua y resiliencia a estrés térmico. De igual modo,
la selección de especies y configuraciones estructurales que maximizan sombra sostenida en
horas críticas —copas amplias, follaje denso pero no excesivamente restrictivo al viento—
tiende a ofrecer beneficios robustos incluso cuando la evapotranspiración se contrae en eventos
extremos (Rahman et al., 2021).
Los análisis a escala continental refuerzan la viabilidad programática. En más de
seiscientas áreas urbanas europeas, el aumento de cobertura arbórea se asocia con una
moderación significativa de las temperaturas estivales, lo que avala intervenciones de alcance
metropolitano siempre que se alcance masa crítica de dosel y se mantenga la funcionalidad
ecofisiológica en verano (Marando et al., 2021). Sin embargo, traducir ese potencial a
resultados estables exige gobernanza y mantenimiento acordes al ciclo de vida arbóreo:
plantaciones de calidad, riego de establecimiento, podas estructurales tempranas, manejo
fitosanitario preventivo y reposiciones oportunas reducen mortalidad juvenil y evitan pérdidas
de rendimiento térmico por fallas evitables (McPherson, van Doorn, & de Goede, 2016). La
economía política de la IVU, por tanto, debe evaluarse en horizonte intertemporal,
internalizando co-beneficios —salud, drenaje, biodiversidad y estética urbana— que amortizan
costos operativos y fortalecen la legitimidad social de las inversiones.
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A la luz de la base de evidencia, tres vacíos merecen atención. Primero, la falta de
estandarización en métricas y protocolos limita la comparabilidad entre estudios y la
transferencia entre climas. Diferenciar de manera sistemática temperatura del aire, temperatura
de superficie y variables radiativas (p. ej., temperatura radiante media) permitiría aislar
mecanismos y optimizar diseños (Bowler et al., 2010; Oke, Mills, Christen, & Voogt, 2017).
Segundo, persiste una subrepresentación de análisis nocturnos y estacionales largos: la mayoría
de las evaluaciones se concentran en el máximo diurno estival, pese a que la morfología y la
inercia térmica condicionan la retención de calor nocturna y el confort en transición. Tercero,
la dimensión de equidad térmica requiere integración operativa en la priorización: evidencias
de salud pública sugieren que aumentar cobertura arbórea en barrios vulnerables puede evitar
mortalidad atribuible al calor, pero los programas deben asegurar mantenimiento y
disponibilidad hídrica sostenibles para no reproducir brechas en el tiempo (Lungman et al.,
2023).
Finalmente, esta discusión refrenda una tesis pragmática: la IVU es un modulador
térmico eficaz y multifuncional, pero su rendimiento máximo emerge cuando se diseña como
red, se calibra al clima y la morfología locales, y se gestiona con estándares que alinean
hidrología, silvicultura y monitoreo. La investigación futura debería combinar experimentación
in situ y modelización acoplada atmósfera-superficie para cuantificar umbrales de tamaño y
conectividad, estimar rendimientos marginales decrecientes y probar portafolios híbridos
verde-gris bajo escenarios de calor extremo. Con ese andamiaje metodológico y de gobernanza,
los sistemas urbanos pueden transitar de intervenciones puntuales a corredores frescos de
escala urbana con beneficios térmicos, sanitarios y socioambientales duraderos (Oke et al.,
2017; Santamouris, 2014; Marando et al., 2021).
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Conclusión
La revisión confirma que la infraestructura verde urbana constituye un modulador
térmico eficaz y multifuncional cuya actuación se sustenta en una jerarquía dinámica de
procesos: cuando existe humedad disponible, la evapotranspiración domina y desplaza el
balance energético hacia el calor latente; bajo olas de calor y estrés hídrico, el sombreamiento
del dosel y la modificación de la rugosidad pasan a ser los pilares del enfriamiento operativo.
Este comportamiento plástico explica gran parte de la variabilidad interurbana y estacional
observada, y subraya la necesidad de seleccionar métricas térmicas coherentes con la pregunta
de gestión (temperatura del aire, de superficie o variables radiativas) para evaluar el
rendimiento real de las intervenciones.
Comparativamente, el arbolado viario ofrece enfriamientos inmediatos a escala de calle,
mientras que parques y corredores generan halos de enfriamiento cuyo alcance crece de forma
no lineal con el tamaño y la conectividad. Techos y muros verdes aportan beneficios puntuales
y se potencian al integrarse en portafolios híbridos con superficies frías. En todos los casos, la
eficacia está modulada por el contexto: densidad, patrón de impermeabilización, morfología
del cañón urbano y régimen de vientos.
La escalabilidad requiere gobernanza, mantenimiento y gestión hídrica acordes al ciclo
de vida de la vegetación. Selección de especies tolerantes a calor y sequía, estrategias de riego
eficientes y estándares de monitoreo comparables son condiciones habilitantes para sostener el
desempeño térmico en el tiempo, particularmente durante periodos críticos. Finalmente,
orientar la expansión de redes verdes con criterios de justicia térmica y co-beneficios
ecosistémicos maximiza el retorno social y fortalece la legitimidad de la inversión, permitiendo
transitar de intervenciones aisladas a sistemas urbanos resilientes y habitables.
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